jueves, 13 de noviembre de 2008

Testimonios

Testimonio de José Antonio Vela, San Salvador, El Salvador:
Fue mi tercer terremoto luego del de 1965 y 1986. Definitivamente, el peor. Seis personas estábamos en capacitación dentro de la oficina. No perdí el control y recomendé a la gente que se ubicara bajo el marco de la puerta. Luego me acomodé bajo mi escritorio y esperé; fueron 32 segundos.Cuando me incorporé, tomé el teléfono (todavía funcionaba) y logré comunicarme con mi hija de nueve años que lloraba aterrada. Le dije que salieran al parque, que iba por ellos.Pude darme cuenta que no habían daños notables en la zona que me encontraba ni en el trayecto que recorrí hasta reunirme con mis hijos. No tenía la menor idea de los estragos hasta que algunas radios volvieron al aire.
Testimonio de José Mario Rivera, San Salvador, El Salvador:
Es la segunda experiencia fuerte de terremoto en la cual me encuentro. El 13.01.01 a las 11:35 horas de El Salvador, desempeñaba mi trabajo en la empresa Telecom, edificio Roma Antigua.Se desprendió el cielo falso y se cayeron lámparas, cuadros, monitores de computadoras. Mis compañeros y yo buscamos la salida en medio de gritos, llanto, miedo.Soy socorrista retirado, lo que me permitió mantener la calma.Luego sabía que tenía que regresar a mi lugar de trabajo. Los compañeros de las estaciones repetidoras necesitaban ser escuchados y animados. Muchos quedaron aislados por los derrumbes de tierra.Logrando comunicación vía radio, el servicio telefónico se pudo restablecer a los pocos minutos, evitando así la angustia de muchos que pensaban "¿mi familia está viva?", "¿Se derrumbó mi casa?".Gracias a Dios, no abandonamos el lugar, no por valientes sino por el compromiso humanitario del servicio de la telefonía con nuestro pueblo.
Testimonio de Ana G. Sorto, Santa Tecla, El Salvador:
Ya viví dos terremotos, el de 1986 y del otro día, y puedo decir que éste fue el peor. Pensé que había llegado la hora de entregar cuentas al creador. Únicamente decía, "¡Dios mío, no deja de temblar!". Afortunadamente estaba en casa, aunque hay muchos de mi ciudad que les habría sonreído la vida de no estar en casa.Jamás imaginé la magnitud de la catástrofe. Inmediatamente que dejó de temblar salimos a la calle para ver qué había pasado. Era un panorama desolador. Lo único que veía era polvo y más polvo. No se podía ver el cielo; simplemente había polvo y una brisa inusual, que lo que daba era escalofrío.Aproximadamente una hora y media después, luego de habernos comunicado con toda la familia y amigos y saber que todos estábamos bien, salimos nuevamente a ver si la nube de polvo ya había bajado y nos encontramos con el aterrador panorama: una porción del cerro se había venido sobre cientos de casas.Mi hermano fue inmediatamente a buscar a una familia del lugar y ver en qué se podía ayudar, la familia no estaba en casa al momento del siniestro, gracias a Dios.Pero a ocho días del suceso, puedo decir que ya vamos superando todo lo ocurrido, ahora hay que concentrarse en ver qué podemos hacer. Cada uno de los que estamos con vida y sin ningún daño tenemos la seria obligación de ayudar al que quedó sin nada, ésta es una obligación moral de todos.Vamos a salir adelante nuevamente, de eso no cabe la menor duda. Somos un país con gente emprendedora que jamás se ha dejado doblegar por la adversidad; al contrario, cada día luchamos más, con más energía y con más amor para sacar adelante a nuestra patria.

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